sábado, 5 de agosto de 2017

Poema ecológico


Verde que te quiero.
Ahora mira la luz destruyéndose,
nombrando el esqueleto de lo que alumbraba.

Ahora Cádiz y su lengua en la garganta
si pronuncias Mina o cúpula.

Ahora Lisboa y el canto que tiembla
en las farolas de la Alfama.

Ahora Praga y tocas mis costillas
para no olvidar los puentes sobre el Moldava.

Ahora París y el tren hasta las piedras,
Rue Leon Frot, Bastilla

Ahora París, ya me callo.

Yo vendo bolsas blancas donde el mundo
echa su trozo de pan de los días,
su canción azul,
su miseria de niños con babas,
sus raspas para el gato o la sopa,
las buenas formas,
la mínima vergüenza.
Para qué salvar nada.
Yo vendo bolsas blancas para las islas futuras
donde los hijos de los hijos
maldecirán mi nombre con branquias y
una piel de titanio.

A pesar de todo,

esta es la misma Tierra que pisara
José Hierro con su calva y su libreta
apestando a ballena podrida y a disnea
en las orillas de Long Island.

Estos son los glaciares donde Borges aún
da vueltas al mundo a lomos de un tigre de hielo
saludando a sus padres, infinitamente.

Esta es la cama de hierba donde alguien dice:
"mi lengua, todos los átomos de mi sangre
formados de esta tierra y de este aire…"
es Whitman que acaba de encontrar un pájaro en su barba
y le besa las alas antes de seguir escribiendo.

Un hombre baila un vals en el huerto familiar,
con su violín hace surcos y siembra calabazas.
Otro hombre con cabeza de limón
cruza la frontera para dar descanso a su madre
y piensa en los octógonos y el limonero
antes de morir él también.

Son Félix Grande y Antonio Machado
que parten un tomate y se desean suerte.

Digo que, a pesar de todo, no se ha estado mal aquí.
En las pocas ciudades recorridas,
en los libros donde siempre hay alguien ofreciendo
su trozo de planeta con una inocencia frutal.

Yo mismo pongo alarmas en la noche
para verte dormir y escuchar
las poleas y los engranajes del mundo
como una sinfonía ancestral.
Veo a quien escribe el día de hoy
con una tiza de agua.

Salvemos los árboles y los mares
en nombre de los poetas o de París.

Larga vida al Planeta
aunque sólo sea -que te quiero verde-
porque tú estás en él.

Iván Onia Valero de Hermanos de Nadie (Karima Editora, 2015)

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