lunes, 13 de noviembre de 2017


Tu yo tuerto
tus ahoras
tus pequeñas verdades encerradas
Creí una vez que éramos ancianos
que se amparaban en abanicarse los ojos
en los días más calientes del año
Todos los días de un verano
a más de cuarenta grados
Pero para entonces hilabas el tiempo
con tu yo sí
ahora también
con tu cosa impía
más impía que las gárgaras de los ruines
y de los crédulos
Hilabas el tiempo
hasta encerrar mis labios en un lugar
apartado
lejos
desconocido de la divina suerte
que muerde la conciencia vaga
atípica e indirecta
antropomórfica
antropofágica
antropogangrenosa
antroponoquieroseguirestamuerte
Una vez dijiste que tenía
nalgas de merengue recién hecho
y caí en la cuenta
que con la belleza
sólo
se llega a ser más débil
Yo me llovía en tu cuerpo
-dicen que estoy aguada-
(me perdí todas las fiestas
adolescentes por usar gafas)
Al dejar pasar un día de animal
no calé en ti
No calé
(Me pasaron la mano por torpe
Me dieron frío tus huesos)
Fui muda
para no estancarte
para destronar
tu ombligo
tu yo de otras
para creer en
tus intentos por hacerte
rey en un mundo inverso
agotado hasta ser
un sucio intento panta rei
oligofrénico
idiot-savant
Fui cayendo de vez en vez hasta toparme
con tu saliva indecente
Capricho
monstruo de cien brazos
Tu gana constante
de hacer de mí
resto de tiza
o polvo
o tiempo
Probé suerte con un disfraz
y maquillé todas las sábanas
creciendo en tu encuentro
en las buenas noches
en el me alegra volver a verte
Eso me recordó la impotencia de ser libre
(Me reí una vez de los tontos)
(En el colegio me detectaron la rabia)
Pasé dos noches ahogada
en mis propios dedos
gélidos
de agua fétida
La lluvia nos hizo fuertes
pero cogimos un tren esquivo
llevándonos más allá
de la inconsciencia
de la ciénaga pudriéndose en la espalda de otros
del gorjeo del verbo como principio activador
de todas las cosas
Me protegiste de los malos
presagios
pero no me enseñaste que a veces
hay que cerrar los ojos
a la gran colmena que atrapa el mundo
y que nos alimenta a través
del ansia ajena
Me dijiste hay una moneda de cambio
pero al palpar mis manos
sólo encontré una oquedad más muerta
que mis propios latidos
que tus días impares
y tus versos maltrechos


Adriana Schlittler Kausch

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